Vuelvo en cinco minutos
Por Ema Voil
Hace unos días en redes sociales vi una foto que me sorprendió. Era el cartel escrito a mano de un negocio normal, pegado en una puerta de vidrio. Decía algo así como: “He salido a pedir la mano de Rosaura, la hija del sastre. Si acepta, huiremos. Si no, vuelvo en cinco minutos”.
Lo leí y me reí, pero también sentí algo extraño. Algo tierno. Una mezcla entre nostalgia, humor y una sensación rara de “esto es lo que falta”. Porque sí, estamos llenos de bots que contestan más rápido que uno puede pensar. De mensajes automáticos, de tiempos de espera disfrazados de eficiencia.
Pero ¿cuándo fue la última vez que un “ya vuelvo” te hizo sonreír?
A veces el mejor servicio es decir: «dame un momento»
Trabajo en una empresa que analiza y genera transcripciones muy precisas y una experiencia muy cool para equipos de investigación (Wovi, por si llegaste acá sin contexto), y muchas veces hablamos de lo importante que es “responder rápido”. Lo es, claro. Pero también pienso: ¿qué tan valioso es ese tiempo entre la espera y la respuesta? ¿Qué hacemos con ese silencio?
Me encantaría que, en lugar de esconderlo, lo habitáramos.
Que cuando un cliente escribe y aún no tenemos la solución, podamos decir:
“Estoy pensando cómo ayudarte. No tengo una respuesta automática, pero quiero darte una buena.”
O incluso algo más simple:
“Estoy acá, pero necesito cinco minutos para hacerlo bien.”
Y que eso se sienta sincero, no programado.
No desaparezcas. Pero tampoco te obligues a estar siempre. (En la próxima les contare como abordamos la caída que tuvo Wovi por cerca de 45 minutos, que tuvimos que enviar correos manualmente a los usuarios que estaban usando la plataforma)
Este no es un texto con tips de productividad ni de atención al cliente. Es solo una idea que me surgió al ver un cartel honesto y absurdo. Un recordatorio de que incluso cuando nos vamos un rato, podemos hacerlo con estilo, con empatía, con una historia.
Así que eso. Si ves que me tardo en contestar, tal vez no estoy huyendo con el hijo del sastre.
Pero te prometo que vuelvo en cinco minutos.
Y lo que traiga de vuelta, ojalá valga la pena.